lunes, 2 de mayo de 2016

LA IMPORTANCIA DEL TRABAJO FAMILIA-ESCUELA PARA FORMAR VALORES


LA IMPORTANCIA DEL TRABAJO FAMILIA-ESCUELA PARA FORMAR VALORES


Tiene mucha importancia social, construir una escuela en la que la familia y el centro estén reflejados y participen en conjunto. Es decir, crear una educación colectiva y ampliada en la que todos podamos contribuir y de la que seamos partícipes con el fin de mejorar las capacidades y resultados de nuestros alumnos y del entorno en general, fomentando buenos valores. Una gran responsabilidad si tenemos en cuenta que en dichas generaciones se sustentará nuestra sociedad del futuro. Una acción en la que todos los agentes sociales tienen que estar involucrados con el objetivo de crear y establecer redes de conexión duraderas y de confianza entre ellos.

Pero vayamos por partes. En los últimos tiempos, la concepción y estructura que teníamos de la familia ha cambiado por completo. El núcleo familiar por motivos de trabajo, nuevos pensamientos y formas de vida,  falta de tiempo, etc. empieza a perder su función primaria de socialización, recayendo ésta, cada vez más en las escuelas, a las que prácticamente ya se les exige una formación íntegra del individuo. Por eso, es importante cambiar esta práctica y que las familias (y resto de agentes) se impliquen mucho más en la educación del alumnado.

Es necesario crear nuevas formas de cooperación entre las familias y los centros, establecer vínculos más cercanos entre los docentes y los padres o que los equipos de los centros directivos sean más accesibles y sirvan como puente entre los profesores y las familias para llegar a ese entendimiento tan beneficioso para todos. De esta manera, un primer paso importante que dar sería que los trabajadores educativos establezcan lazos de unión con las familias ya que comparten intereses comunes. Como bien dice Hargraves: “Desarrollar un profesionalismo que abra las escuelas y los profesores a los padres y al público con un aprendizaje que vaya realmente en dos direcciones.” Porque es realmente importante tanto para el alumno como para la sociedad establecer estas alianzas entre los diferentes agentes comunitarios.

Además, es de suma relevancia la idea de trabajar por construir el compromiso entre padres, estudiantes y escuelas para crear nuevas redes comunicativas y de asociación donde todos encontremos nuestro hogar, donde nos sintamos parte de un todo y en definitiva, nos ayudemos. Y es que como dicen que la unión hace la fuerza, es de ilusos desaprovechar este potencial social que tan poco nos costaría crear y mantener y que tan buenos resultados nos daría. En esta línea, los padres deberían superar los sentimientos de desconocimiento e inseguridad  y participar con más asiduidad de la comunidad educativa de sus hijos. Al igual que los profesores y la escuela, cuya actitud debería ser más cercana, empática y comprensible.

La sociedad en general, está tan automatizada que busca acabar su jornada laboral, marchar a casa y que su trabajo no sea cuestionado. Por ello, es fundamental que los profesionales de la educación y los centros adquieran un carácter más colaborativo y ofrezcan esa confianza que muchas veces les falta a la hora de relacionarse con las familias. Éstas participarían más del desarrollo escolar si tuvieran a profesionales que le dieran pie a ello. Por el contrario, muchas veces se mantienen al margen por no querer “molestar”, no salir de su zona de confort o no encontrar esa confianza con el educador de su hijo, a quién se lo confía diariamente. Y es que si familias y centros se unen, las posibilidades de éxito del alumno son superiores. Sin hablar, del impacto positivo que tendría si además de la escuela y la familia, la comunidad creara proyectos educativos que reforzaran lo aprendido en las aulas.

Desde otro punto de vista, fomentar la confianza entre la gente y la virtud cívica mediante una red duradera de relaciones daría increíbles frutos para la comunidad. Compartir recursos, información y experiencia; cooperar y colaborar unos con otros sería fundamental para crear una sociedad más justa y democrática.

Los niños pequeños aprenden con el ejemplo, por lo tanto enseñarles los valores, implica un compromiso personal. Es necesario dar el ejemplo con actos y palabras para que los niños los asimilen, los imiten y los vivan. Por tanto, la enseñanza de los valores se inicia en el hogar, promovida por el ser y el hacer de los padres y otros agentes de su entorno. Paralelamente, en la escuela, estos valores, deberán ser ampliados y fortalecidos. Por lo tanto es primordial trabajar tanto los aspectos congestivos afectivos y procedimentales de igual forma para lograr formar en la persona un desarrollo íntegro.

Los profesores deben aceptar y escuchar sugerencias y reclamaciones, contar con más tutorías personalizadas y tiempo para estar con las familias e intentar construir una visión colectiva de la educación.

Por otro lado, también las familias (siendo el núcleo de la primera socialización) deben interesarse más por la educación de los alumnos, participar en los proyectos con convencimiento y no por obligación, dejar de ver a los docentes como “enemigos” y no dejar que éstos sean los únicos responsables de la educación de sus hijos.


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